EL ULTIMO CORREDOR…..

Hace una semana se celebró en mi localidad una de tantas carreras domingueras de diez kilómetros. No tendría nada de especial de no ser que, en este caso, no fui a correrla sino a mirarla  y prefiero hacerlo como espectadora solitaria que acompañada.

Cuando participas en una carrera es fantástico ver a tus seres queridos apostados a lo largo del recorrido cargados de palabras de aliento, ánimo y, como no, con la cámara en ristre preparada para inmortalizar el momento. Podemos estar hechos polvo, más quemados que la pipa de un indio, fundidos, con la pájara del tamaño de una catedral y el señor del mazo martilleando nuestra cabeza a ritmo de techno house que, si vemos a nuestra señora o -en mi caso- sufrido marido, hijos, cuñados, primos, etc, levantamos pecho, esbozamos una sonrisa, ponemos nuestra mejor cara para la foto y continuamos con el duelo por dentro. Así son los corredores, unos solitarios sufridores.

Podríamos definir dos espectadores de carreras: familia y corredores que, por el motivo que sea, no están corriendo la carrera que han ido a ver. Lo de la familia es un punto y aparte. Yo creo que también corren en secreto. En serio. No se explica entonces como son capaces de estar en todos los puntos estratégicos, cámara en mano, sonrientes y dispuestos. Tú haces una media urbana por ejemplo, estás controlando para que tus higadillos lleguen íntegros a meta y ves a tu señora en la avenida, la calzada, junto al colegio, cerca del hiper y por último en meta. Si el recorrido esta cortado al tráfico ¿cómo ha podido la buena señora estar en todos esos sitios sin despeinarse un pelo? Hay casos que son verdaderamente dignos de estudio… Nos dejan con la mosca en la oreja.

Luego está el espectador corredor. La mayoría van solos a ver las carreras y la mayoría se espera hasta el final. Nada de cambios de recorrido. Se sitúa en un buen sitio (a mí me encantan las curvas que están cerca de meta, es como ver una carrera de coches,los adelantamientos, derrapes…) y se queda ahí quietecito ¿Por qué solo? Por que probaron ir acompañados y el partner de turno se aburrió como una ostra. Entonces para llevar un compañero paquete incapaz de comprender que tienes que quedarte hasta el final, prefieres ir solo.

Es una cuestión de principios. En una carrera, es emocionante ver a los corredores que la encabezan. Son bestias pardas. Corredores delgados, de rasgos angulosos, piernas infinitas, competitivos. Se huele la contienda. Marca si, ganar también. Luego entra el grueso del pelotón, la medianía, una mezcla de corredores que busca mejorar su marca, disfrutar y competir a razón de una medida de cada cosa. Los rasgos se suavizan, los corredores asesinos hace ya rato que pasaron. Hay sonrisas y sufrimiento, dependiendo del éxito de la estrategia de cada cual. Esencia popular. Por último, en el vagón de cola, entra el corredor más solitario de todos, el que se enfrenta por primera vez a una carrera y mantiene una lucha interna consigo mismo por un motivo que el espectador solitario desconoce pero intuye.

Como dije, es una cuestión de principios. Si me fuese, si no esperase al último de todos los corredores (hombre o mujer), lo consideraría una falta de respeto. Si de una carrera me divierte el principio, adrenalina pura, me emociona el final. Y si no eres capaz de aguantar conmigo a que pase el último corredor, mejor quédate en casa porque yo no me muevo del sitio. Así de claro. Y la diferencia entre el primero que entra y el último, todos sabemos que puede ser muy amplia.

Correr es un deporte para solitarios. Eres tú y el asfalto. Mejor o peor entrenado, al final, no tienes el apoyo grupal de los deportes de equipo. Puedes ser tu mejor aliado o tu peor  enemigo y esto es válido para todas las categorías: el galgo que encabeza la carrera y el gordit@ que la cierra. Puede que sus motivos no tengan nada que ver, pero en el fondo, en la esencia, son idénticos, por eso el running es un deporte tan igualitario.

Quizás la diferencia estriba en la capacidad para manejar las herramientas de la que uno dispone. El corredor avezado ha aprendido a lidiar con ciertas situaciones comunes en una competición mientras que el corredor novato se topa con ellas. Lo que nunca debemos olvidar es que para ser un corredor avezado primero hay que ser un corredor novato.

Puede que, dentro de unos meses, años, ese corredor y sus motivos intrínsecos., ese corredor que se marcó un punto de inflexión y comenzó a correr, abandone el vagón de cola y vaya escalando posiciones. Quién sabe. Conozco un caso personal. Del sobrepeso a terminar una maratón en 2:45. Todo ello en menos de tres años.

Por eso, cada vez que acudo a una competición de espectadora solitaria, me quedo hasta el final. Y los aplaudo a todos: a la señora mayor que se preparó la carrera quizás para demostrarse a sí misma de lo que era capaz, al viejo corredor que, en un alarde de humildad, acepta la vejez y no deja nunca de correr mientras el cuerpo aguante, al que supera un desamor, al que aceptó una apuesta con los amiguetes un sábado por la noche con una tajá como un piano y se enganchó, al eterno gordito (tantos y tantos runners fueron antes que corredores, gorditos) que necesita demostrarse a sí mismo que si quiere puede, a la chica que abandonó la cinta de correr del gimnasio y se aventuró con el asfalto, al parado que olvida las facturas cuantos más kilómetros suma, y en definitiva, a todos y cada uno de ellos, de la cabeza a la cola, sean cuales sean los motivos que un día les llevó a poner un pie delante de otro más rápido o más lento.

Y por eso, yo siempre me espero a que pase el último corredor, porque todos me parecen igual que el primero.

DANAE.-

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