A pesar de que cuidar la hidratación y la alimentación son dos reglas de oro para mantener la salud y mejorar el rendimiento de los corredores durante todo el año, cuando las temperaturas aumentan estos aspectos se tornan fundamentales. En este artículo te explicamos todas las claves que debes seguir para que tu nutrición sea la adecuada en los meses más calurosos del año.
La cantidad de energía que nuestro cuerpo necesita diariamente depende de la actividad física que realicemos, pero fundamentalmente del metabolismo basal (energía necesaria para mantener las funciones vitales del organismo en reposo). El metabolismo basal está condicionado por muchos factores, y uno de ellos es la temperatura ambiente. Con las temperaturas extremas (frío o calor) el metabolismo basal aumenta porque nuestro cuerpo debe adaptarse a esa situación. Durante el verano más intenso, la modificación de las necesidades de energía, la pérdida de líquidos debido al calor y la disminución del apetito hacen más importante que adaptemos nuestra alimentación a todas estas situaciones, por lo que será muy útil seguir estas recomendaciones:
1. Cuidar la correcta hidratación
2. Aprovechar la variedad de frutas y verduras de la temporada
3. No caer en las “dietas milagro”
4. Protegerse de las intoxicaciones alimentarias
Vamos a ver cada una de ellas con más detenimiento
1- Cuidar la correcta hidratación
En los deportistas, como consecuencia de su metabolismo acelerado (entre otras cosas para cubrir las mayores necesidades energéticas), las pérdidas de líquidos están muy acrecentadas y esta situación incrementa notablemente sus requerimientos hídricos. Aproximadamente el 80% de la energía producida para la contracción muscular se libera en forma de calor. El organismo debe eliminar esa gran cantidad de calor para no provocar un aumento de la temperatura corporal, que tendría consecuencias muy negativas, por lo que debe recurrir al mecanismo de la sudoración, que al mismo tiempo que “enfría” el cuerpo, provoca una importante pérdida de líquidos.
El agua es esencial para el organismo y es el componente mayoritario del cuerpo humano, representando por término medio las dos terceras partes del peso corporal en el varón y aproximadamente la mitad en la mujer. Se distribuye ampliamente por el organismo permitiendo el transporte de nutrientes y un normal funcionamiento metabólico, y además regula la temperatura corporal, entre otras importantes funciones. En general, una hidratación normal se consigue con una ingesta de líquidos promovida por el mecanismo de la sed y por la conducta habitual de beber líquidos. La deshidratación, como consecuencia de una ingesta insuficiente de líquidos, conlleva un importante riesgo para nuestra salud.
El organismo sufre continuas pérdidas de líquidos, a través del sudor, de la orina, de los pulmones cuando respiramos, etc. Durante los meses de verano, con las altas temperaturas, se pueden llegar a perder al día tres litros o más de líquido, que si no se reponen adecuadamente puede llevarnos a la deshidratación, que puede provocar cansancio, dolor de cabeza, dificultad de concentración, malestar general, calambres musculares, sensación de nausea o aumento de la frecuencia cardíaca. Además, puede afectar negativamente a las funciones físicas y mentales y es un factor que contribuye a empeorar algunas enfermedades. Para evitar que se produzcan estas situaciones, beber cada poco tiempo, e incluir en la ingesta total, además de agua, bebidas isotónicas, infusiones, refrescos, zumos, lácteos, caldos, etc. puede ayudar a conseguir que la cantidad de líquidos sea la adecuada.